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Hoy hace dos años que Inma no está con nosotr@s. No he podido evitar levantarme esta mañana con el corazón como encogido pensando en ella. Murió poco después de que éste blog naciera y recuerdo que le dediqué un post que podéis ver aquí.
La semana pasada vino Oscar, su marido, a recoger la cesta de navidad. Estuvimos hablando un rato y me contaba que sus hijos hoy es el día que todavía lloran preguntando por ella. Pobres, mis niños... Su muerte fue especialmente dura para todos por su juventud, su vitalidad, sus ganas de vivir...
Yo viví su enfermedad como algo muy personal porque murió de leucemia, al igual que mi aita. El último día que la vi con vida fue en el hospital, en la misma habitación en la que estuvo ingresado mi padre. Recordar su muerte hace que de rebote me acuerde de ti, aitatxu. Por eso llevo todo el día con este nudo en el estomago. No voy a extenderme mucho porque no quiero que la gente en el curro empiece a preguntar si me ven llorar. Ya sabes que me encanta ir de dura por la vida. Eso de llorar no va conmigo. Pero hoy quiero dedicarte estas líneas porque a veces siento que deberíamos hablar más de ti. Porque no lo hacemos nunca. Pero sé que tu sabes por qué no lo hacemos... sabes que nos resulta demasiado doloroso recordar que ya no estás... pero hoy, aitatxu, con un nudo en la garganta y lagrimas en los ojos, quiero dedicarte este post.
Que injusta es la vida a veces, joder...